sábado

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Es temprano en la mañana y vas caminando por Lago Erne, como todos los sábados, con rumbo hacia Lago Trazimano. Tienes un partido de futbol a las 10, contra los de la calle de al lado, y vas vestido con tu uniforme, con el número 8 en la espalda. Al llegar al deportivo ves que arriba de la reja azul que cruzas dice Centro Social José María Morelos y Pavón, y dentro pasas por la puerta que cuidan dos policias enseñando tu credencial. Todo parece igual que todos los sábados, pero cuando llegas a las escaleras para bajar a las canchas de futbol, te encuentras con que los que deberían estar jugando, y los entrenadores, y los otros equipos, y los árbitros, todos, están discutiendo en un círculo enfrente del puesto que vende papas y refrescos.
No entiendes qué pasa. Alguien debería estar jugando ya al menos un partido y no se ve a nadie en la cancha, ni en las gradas. Piensas que igual y no hay balón, pero no puede ser que entre tanta gente nadia haya traído al menos uno. O igual y por fin están poniendo pasto en las canchas de tierra y polvo, eso estaría muy bien. Estás a punto de preguntarle a un chavo que no conoces, de otro equipo, que qué pasa, cuando te encuentras a Pedro de frente.
Pedro juega en el mismo equipo de futbol que tú, sólo que es un año mayor y va más adelantado en la escuela. Viene con su hermana, Mariana, que va en tu grupo.
- Oye, ¿por qué nadie está jugando, eh? - le preguntas a él.
- Uy, ni te imaginas... - contesta, y chifla.
- Es que se robaron las porterías - dice Mariana.
- ¿Qué?
- Que se robaron las porterías - repite Pedro, tallándose un ojo.
- ¿Neta?
- Neta. Si quieres vamos a ver - dice Mariana.
Efectivamente, al acercate a la cancha pudes ver que las porterías no están. Aquí estaban hasta ayer, dice el portero de otro equipo que se rasca la cabeza. Y cuando te acercas te das cuenta de que no es que las hayan cortado o arrancado, sino que es como si nunca hubieran estado ahí. No hay agujeros donde estaban enterrados los travesaños ni nada. Simplemente no están.
- Pero, ¿cómo? ¿Quién se robaría unas porterías? ¿Para qué? - preguntas.
- Nadie sabe nada de nada.
- ¿Eso quiere decir que no va a haber partido? ¿Por qué no jugamos en alguna de las otras canchas?
- No, pues es que ninguna tiene porterías - dice Mariana, mientras patea la tierra de la cancha.
- Nooooooo. No puede ser - dices mientras te acomodas la playera del uniforme y volteas para todos lados. - No entiendo nada, de verdad.
- No, pues nadie entiende nada - dice Pedro, - deberías haber visto la cara del árbitro cuando llegó a pitar el primer partido de la mañana.
- ¿Qué hacías aquí tan temprano? - le preguntas a Pedro.
- Me gusta venir a ver desde los primeros partidos.
- Ah, ¿y tu hermana?
- Yo vine a nadar, pero me quedé para ver si aparecían las porterías - contesta Mariana, agachando un poquito la mirada, pero sonriente.

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Sigue...