sábado

2

Justo entonces escuchas una voz que desde atrás de ti pregunta:
- ¿Ustedes no sabrán de casualidad qué pasó con las porterías, o sí?
Es Julián, tiene 16 años y es por mucho el más viejo de todos los que juegan en los equipos a los que se enfrentan Pedro y tú todos los fines de semana. No es que sea muy malo ni muy bueno jugando, es solamente que le pega muy duro al balón porque es el más alto. Sabes que Pedro le tiene miedo porque una vez se empezaron a pelear y Julián sí le alcanzó a pegar fuerte un par de veces antes de que los separaran.
- No, no sabemos nada - le dices a Julián.
- Pues que raro, porque él estaba aquí antes que todos - dice señalando a Pedro.
- Nnno, yo no sé... - balbucea Pedro.
- A mí se me hace que tú escondes algo - dice Julián y se le acerca mucho.
- No, de verdad que no, Julián, ¿a poco crees que me llevé cargando las porterías a mi casa? - le dice Pedro.
- Mira mocoso, nomás porque está tu hermana aquí no te parto la...
- Bueno, ya, ya bájenle. Ni modo se peleen por algo de lo que nadie tiene la culpa - dices tú.
- Pero alguien tiene que tener la culpa. Alguien, en algún lugar tiene que tener la culpa de que no podamos jugar futbol - dice Julián.
- Pues de poder, podemos - dice Pedro - la cancha sigua aquí.
- Sí, baboso, pero no tiene caso jugar en una cancha tamaño profesional si no hay porterías. Para eso jugamos en la calle - le contesta Julián.
- Pues no es tan mala idea - aporta Mariana, que había estado muy callada jugando con su pelo largo y rizado - ¿por qué no organizas un partido en la calle, mejor, y dejas que los grandes averigüen dónde quedaron las porterías?
- Ah, pues sí, ¿verdad? - se queda pensando Julián. - ¿Ya viste, mocoso? Hasta tu hermana es más lista que tú.
Alcanzas a ver cómo Pedro se empieza a poner rojo y aprieta los puños, lo que hace cuando se enoja mucho. Sin embargo para cuando está a punto de decirle algo a Julián, o de golpearlo, éste ya está muy lejos, diciéndoles a los de su equipo que mejor se vayan a echar la cáscara a la calle. Pedro patea la tierra un par de veces, y levanta bastante polvo.
- ¿Qué hacemos? - te pregunta cuando se le pasa el coraje.
- Pues...
- Podrían ir a jugar a la calle, con los demás, - dice Mariana, - o podríamos quedarnos aquí otro rato a ver si aparecen las porterías.

-----------------------------------------------------
¿Qué decides?

Si quieres ir a jugar a la calle, con Julián y los demás, ve al 3.
Si decides que mejor te quedas por si aparecen las porterías, ve al 4.

1

Es temprano en la mañana y vas caminando por Lago Erne, como todos los sábados, con rumbo hacia Lago Trazimano. Tienes un partido de futbol a las 10, contra los de la calle de al lado, y vas vestido con tu uniforme, con el número 8 en la espalda. Al llegar al deportivo ves que arriba de la reja azul que cruzas dice Centro Social José María Morelos y Pavón, y dentro pasas por la puerta que cuidan dos policias enseñando tu credencial. Todo parece igual que todos los sábados, pero cuando llegas a las escaleras para bajar a las canchas de futbol, te encuentras con que los que deberían estar jugando, y los entrenadores, y los otros equipos, y los árbitros, todos, están discutiendo en un círculo enfrente del puesto que vende papas y refrescos.
No entiendes qué pasa. Alguien debería estar jugando ya al menos un partido y no se ve a nadie en la cancha, ni en las gradas. Piensas que igual y no hay balón, pero no puede ser que entre tanta gente nadia haya traído al menos uno. O igual y por fin están poniendo pasto en las canchas de tierra y polvo, eso estaría muy bien. Estás a punto de preguntarle a un chavo que no conoces, de otro equipo, que qué pasa, cuando te encuentras a Pedro de frente.
Pedro juega en el mismo equipo de futbol que tú, sólo que es un año mayor y va más adelantado en la escuela. Viene con su hermana, Mariana, que va en tu grupo.
- Oye, ¿por qué nadie está jugando, eh? - le preguntas a él.
- Uy, ni te imaginas... - contesta, y chifla.
- Es que se robaron las porterías - dice Mariana.
- ¿Qué?
- Que se robaron las porterías - repite Pedro, tallándose un ojo.
- ¿Neta?
- Neta. Si quieres vamos a ver - dice Mariana.
Efectivamente, al acercate a la cancha pudes ver que las porterías no están. Aquí estaban hasta ayer, dice el portero de otro equipo que se rasca la cabeza. Y cuando te acercas te das cuenta de que no es que las hayan cortado o arrancado, sino que es como si nunca hubieran estado ahí. No hay agujeros donde estaban enterrados los travesaños ni nada. Simplemente no están.
- Pero, ¿cómo? ¿Quién se robaría unas porterías? ¿Para qué? - preguntas.
- Nadie sabe nada de nada.
- ¿Eso quiere decir que no va a haber partido? ¿Por qué no jugamos en alguna de las otras canchas?
- No, pues es que ninguna tiene porterías - dice Mariana, mientras patea la tierra de la cancha.
- Nooooooo. No puede ser - dices mientras te acomodas la playera del uniforme y volteas para todos lados. - No entiendo nada, de verdad.
- No, pues nadie entiende nada - dice Pedro, - deberías haber visto la cara del árbitro cuando llegó a pitar el primer partido de la mañana.
- ¿Qué hacías aquí tan temprano? - le preguntas a Pedro.
- Me gusta venir a ver desde los primeros partidos.
- Ah, ¿y tu hermana?
- Yo vine a nadar, pero me quedé para ver si aparecían las porterías - contesta Mariana, agachando un poquito la mirada, pero sonriente.

-----------------------------
Sigue...